EL DIA QUE ME DORMI EN LA CASA DEL PERRO


Retrato de Marcelo


Era medio día, tal vez un poco antes. El ambiente tenía una sensación soporífera; Cuando tienes seis años no conoces ese tipo de palabras, ahora sé que soporífero es una combinación entre un bochorno horrible y unas ganas inmensas de dormir. Bueno, el punto es que todos los niños andaban grite y grite; de aquí para allá y yo ya estaba harto. Así que se me hizo fácil acostarme en la casa del tacho. El tacho era un perro que vivía ahí en la escuela, quien sabe cuándo llegó a la escuela, pero ahí vivía el, muy quitado de la pena. Su casita era blanca con techo rojo, así como las de las caricaturas y de puro plástico. El bochorno ahí era más fuerte, pero era el único lugar en dónde no se escuchaban los gritos del güero y sus amigos gritones. Total, que mi plan no era dormirme, sino nomás pasar ahí el recreo, pero ya sabes cómo es la vida, bien rápido me dormí.


En ese tiempo estaba de moda la película de los gremlins, los changuitos esos que venían del espacio, supongo que por eso mi sueño comenzó así; con la cancioncita repetitiva que dice tutututu tu tu. Fue un sueño bien raro, despertaba y estaba en la casita del tacho, pero no era su casa, o sea sí, pero no, tú me entiendes, también era mi casa y yo me quería parar, pero no podía. La puerta de la casita del chato también era la puerta del baño en dónde vivía con mis papás en ese entonces y la condenada puerta crecía cada que quería pararme, crecía más y más, entonces llegaba un punto en el que ni intentaba pararme porque si seguía creciendo yo iba a quedar chiquito y luego como la iba a abrir. Y me quedé así sin moverme. Que cobarde me sentía, pero así es la vida ¿no? A veces hay que quedarse quieto para poder encontrar la salida, solo que en el sueño yo no veía la salida y la cancioncita esa cada vez sonaba más fuerte. Estaba llore y llore y en eso que se abre la puerta. Pensé que era mi mamá... o la maestra porque ¿qué iba a estar haciendo mi mamá en la escuela no? Y cuando veo, era Miguel Ángel... No vayas a creer que el pintor... La tortuga ninja. Lo que pasa es que en ese entonces me gustaban mucho y mi mamá me había regalado un juguete del condenado Miguel Ángel, estaba bien gigante, media como treinta y cinco centímetros... El juguete, no el de mi sueño; El de mi sueño media como 3 o 4 metros, yo apenas le llegaba a las rodillas, porque para ese punto de mi sueño ya me había parado de la cama. Entonces quería salirme corriendo por la puerta, pero la mendiga tortuga no se movía, tapaba toda la puerta. Estuvo bien feo porque la tortuga me empezaba a gritar, me gritaba todo lo que yo le había contado en secreto, porque pues yo le contaba todos mis secretos a esa tortuga, cómo la vez qué... Bueno, le contaba mis secretos, de esos que no le cuentas a tus papás porque sabes que no te van a creer... Luego te los cuento... O tal vez no. Y pues ya no aguanté y me puse a llorar, así bien fuerte. Yo digo que bien fuerte porque la maestra me despertó; Estaba bien preocupada porque ya habían pasado como cuarenta minutos. Yo lo sentí como una eternidad. Ese día llegando a mi casa tire a la basura mi muñeco de Miguel Ángel, no fuera a ser que en la noche creciera y mis papás tampoco me fueran a creer, o peor: que escucharán todos los secretos que le había contado.




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